Un año difícil para la D.O. Rioja.

Esta cosecha 2017 nos ha deparado muchas sorpresas con episodios climatológicos inesperados desde la sequía que caracterizó el año, hasta la helada que se abatió en las primeras horas de la mañana del 28 de abril, cuando la planta estaba en plena brotación, y especialmente sensible. Fue entonces, cuando las esperanzas y los esfuerzos realizados a lo largo del año se vieron frustrados y donde de repente, no había día sin que las miradas no se giraran hacia el cielo esperando algún milagro. Debido a esto, la producción de manera generalizada ha caído entre un 40% y 60%. A pesar de ser un año tan difícil, la viña logró una buena capacidad de recuperación, al beneficiarse de un verano seco, alternado con algunas lluvias aisladas antes de la vendimia, lo que salvó en parte los pronósticos alarmantes que siguieron a la helada. La vendimia tuvo que empezar a realizarse en el mes de setiembre recogiendo las uvas de forma lenta y gradual, ya que no maduraron a la vez, incluso en un mismo viñedo, lo que ha obligado a los agricultores, a realizar varias recogidas, finalizando en el mes de setiembre, en vez de las fechas habituales 20-25 de octubre. Este año alguna bodega para aportar  innovaciones, realizaran vinificaciones en barricas nuevas y tinas de roble francés de pequeño contenido destinadas a la elaboración de selecciones especiales de uvas consiguiendo con esto que las calidades de 2017 resultarán ser extraordinarias, teniendo los tintos aromas intensos, estructura y un volumen en boca muy distintivos. Los blancos y rosados expresaran su plena vivacidad y fragancia con mucha franqueza.

Con motivo de esta escasez de materia prima, se augura unas subidas de precio que van a afectar sin duda la venta de volumen y de precio que domina la comercialización de todos los vinos españoles. Ante esta estrategia de venta, la D.O. Rioja, cedió a las presiones de los sindicatos agrarios que rechazaron la oportunidad de llevar una ampliación gradual de la superficie plantada de hasta un 1 %, un porcentaje que el sector bodeguero había aceptado revisar a la baja si así lo requerían las ventas de Rioja. Esta solución razonable hubiese mantenido un ratio existencias sobre ventas de 2, 90 a 3 años de venta es decir el punto ideal para ofrecer los vinos criados que han sustentado la vocación histórica y la calidad competitiva de nuestra D.O. Calificada.

Al final de largas negociaciones, la D.O. se inclinó por incrementar los rendimientos por hectárea, una orientación que no parece primar la calidad.

Este desequilibrio estructural puede afectar el reconocimiento de la Rioja, inmersa en el debate de un nuevo modelo con nuevas categorías de vinos que pretenden defender la credibilidad de la DO por encima de la venta de volumen. Este mensaje puede resultar confuso cuando son unas cuantas las bodegas de Rioja que históricamente han desarrollado una política de calidad vinculada al terroir, a la selección estricta de los mejores pagos, de viñedos viejos de escaso rendimiento, y de ubicaciones y exposiciones privilegiadas para crear los vinos singulares que ya se conocen.

Es posible que esta circunstancia no se haya percibido de forma suficientemente clara por los mercados. Con el proyecto de nuevo modelo, el Consejo Regulador quiere dar carácter oficial a muchas de las estrategias de calidad que han constituido el compromiso habitual de las grandes marcas reconocidas de nuestra DO. Sin embargo, no queda claro que las exigencias y formalismos burocráticos y administrativos previstos en la nueva normativa constituyan por sí mismos una garantía de la calidad específica de los vinos.

No es obvio que una calificación administrativa o política con “etiquetas” oficiales garantice siempre la calidad real de los vinos. No hay mejor garantía que la de los productores entregados en defender la calidad con honradez profesional en vez de perseguir objetivos oportunistas. De la misma manera que ocurre con las categorías de “Reserva” o “Gran Reserva”, la asignación y la utilización de nuevas categorías como “vinos de pueblo” o “vinos singulares” difícilmente van a representar por sí misma una garantía de excelencia de los vinos así amparados.

En definitiva y como ha sido siempre, serán las Bodegas con sus marcas las que, utilizando o no los recursos o calificaciones administrativos a su disposición, terminen siendo avalistas únicos de la calidad real de sus vinos y de su reputación.